Versículo Jeremías 17:5 – “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos encontramos frente a un pasaje de la Palabra de Dios que nos desafía y nos llama a examinar nuestra fe y confianza en Él. El versículo Jeremías 17:5 nos advierte sobre las consecuencias de confiar en el hombre y poner nuestra esperanza en las cosas terrenales en lugar de en Dios.
En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la trampa de depender de nuestras propias fuerzas y habilidades, o incluso de poner nuestra confianza en otras personas. Sin embargo, la palabra de Dios nos dice claramente que aquellos que confían en el hombre y se alejan del Señor son maldecidos.
La maldición mencionada aquí no es una maldición lanzada por Dios para castigarnos, sino más bien una consecuencia natural de alejarnos de Su amor y provisión. Cuando confiamos en nosotros mismos o en otros seres humanos, nos limitamos a nuestras propias capacidades limitadas. Pero cuando confiamos en Dios, abrimos las puertas a Su infinita sabiduría, poder y amor.
El apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 4:13 que “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. En lugar de confiar en nuestras propias fuerzas, debemos buscar la fortaleza y la guía de Dios en cada aspecto de nuestras vidas. Nuestro corazón debe estar firmemente arraigado en Él, buscando Su voluntad y dirección en todo momento.
Al confiar en el hombre, corremos el riesgo de ser decepcionados y desilusionados. Las personas son imperfectas y pueden fallarnos, pero Dios es fiel y nunca nos abandonará. Salmo 118:8 nos dice: “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre”. Él es nuestro refugio y fortaleza, nuestro ayudador en momentos de necesidad.
En nuestra búsqueda de seguridad y éxito en este mundo, a menudo caemos en la trampa de confiar en nuestras posesiones materiales y en nuestro propio esfuerzo. Pero el versículo Jeremías 17:5 nos insta a no poner nuestra carne como nuestro brazo, es decir, no depender de nuestras propias fuerzas y recursos. En cambio, debemos confiar en el Señor, quien proveerá para todas nuestras necesidades según Su gloriosa riqueza en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
Cuando confiamos en Dios, somos liberados del peso de la responsabilidad de nuestras propias vidas. Él es el proveedor, el sanador y el protector. En lugar de preocuparnos y agobiarnos, podemos depositar nuestras cargas en Él y descansar en Su amor y cuidado.
Hermanos y hermanas, hoy les animo a reflexionar sobre dónde ponen su confianza. ¿Confían en el hombre y en sus propias fuerzas, o confían en el Señor y en Su poder sobrenatural? Recuerden las palabras del salmista en el Salmo 62:8: “Confía en él en todo tiempo, oh pueblo; derrama tu corazón delante de él; Dios es nuestro refugio”.
Encomienden sus vidas y sus preocupaciones a Dios, y confíen en Su fidelidad y amor incondicional. Que nuestras vidas sean testimonios vivos de la confianza y la fe que tenemos en nuestro Padre celestial.
Versículo Jeremías 17:5 – “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.”
Que esta Palabra de Dios sea una guía constante en nuestras vidas, recordándonos que nuestra confianza debe estar siempre en el Señor. Que Él nos fortalezca y nos ayude a depender de Él en todo momento. Amén.
Versículo Jeremías 17:5 – “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.”