Salmo 131: “Señor, no ha sido mi corazón altivo, ni mis ojos arrogantes; ni tampoco me he envuelto en asuntos demasiado grandes y maravillosos para mí. Más bien, me he calmado y quietado, como un niño que está en brazos de su madre; como un niño tranquilo está mi alma dentro de mí. Israel, confía en el Señor desde ahora y para siempre”.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy quiero llevarlos a reflexionar sobre el Salmo 131, un himno de humildad y confianza en nuestro amado Señor. Este salmo, escrito por el rey David, nos enseña una importante lección sobre cómo debemos acercarnos a Dios y cómo debemos vivir nuestras vidas como cristianos.
En el versículo 1, David declara que su corazón no ha sido altivo ni sus ojos arrogantes. Nos muestra su humildad al reconocer que él no se ha envuelto en asuntos demasiado grandes y maravillosos para él. En un mundo donde la soberbia y la arrogancia son tan comunes, este salmo nos recuerda la importancia de mantenernos humildes ante Dios y ante nuestros hermanos.
Es fácil dejarnos llevar por el orgullo y la vanidad, creyendo que somos autosuficientes y que podemos lograr todo por nuestra propia cuenta. Sin embargo, debemos recordar que todo lo que tenemos y somos viene de Dios. Nada de lo que poseemos es mérito propio, sino un regalo divino. Debemos reconocer nuestra dependencia de Dios y humillarnos ante Él.
En el versículo 2, David compara su actitud con la de un niño en brazos de su madre. Aquí vemos la imagen de confianza y tranquilidad que debemos tener en el Señor. Al igual que un niño que se siente seguro y protegido en los brazos de su madre, así debemos sentirnos en la presencia de Dios. Debemos confiar plenamente en Él, sabiendo que nos cuidará y nos guiará en todo momento.
La vida puede ser agitada y llena de preocupaciones, pero en medio de todas las circunstancias, debemos aprender a calmar y aquietar nuestra alma. Debemos confiar en que Dios tiene el control y que Él está obrando en nuestras vidas de maneras que no siempre podemos entender. No debemos permitir que la ansiedad y la inquietud nos dominen, sino que debemos descansar en la paz que solo Dios puede brindarnos.
Finalmente, en el versículo 3, David exhorta a Israel a confiar en el Señor desde ahora y para siempre. Esta exhortación no solo era para el pueblo de Israel en ese momento, sino también para nosotros como creyentes en Cristo. Debemos confiar en el Señor en todo momento y en todas las circunstancias. No importa cuán grandes sean nuestros problemas o desafíos, Dios es más grande y Él siempre está a nuestro lado.
Confíen en el Señor en medio de la adversidad, confíen en el Señor en medio de la incertidumbre, confíen en el Señor en medio de las pruebas. Él es nuestro refugio y fortaleza, nuestra ayuda segura en tiempos de angustia. Nunca nos abandonará ni nos dejará desamparados.
Hermanos y hermanas, que el Salmo 131 sea una fuente de inspiración y aliento para nuestras vidas. Aprendamos a ser humildes como David, confiando plenamente en el Señor y descansando en su amor y cuidado. No permitamos que el orgullo y la vanidad nos aparten de la presencia de Dios. Recordemos siempre la importancia de mantener un corazón humilde y una confianza inquebrantable en nuestro amado Salvador.
Que cada día podamos decir con convicción: “Señor, no ha sido mi corazón altivo, ni mis ojos arrogantes; ni tampoco me he envuelto en asuntos demasiado grandes y maravillosos para mí. Más bien, me he calmado y quietado, como un niño que está en brazos de su madre; como un niño tranquilo está mi alma dentro de mí. Israel, confía en el Señor desde ahora y para siempre”.
Amén y amén.
Salmo 131.