Salmos 103:1-2 (Reina Valera) says: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quiero compartir con ustedes la poderosa promesa que encontramos en Salmos 103:1-2. Estos versículos nos animan a bendecir al Señor con todo nuestro ser y a no olvidar ninguno de los beneficios que él nos ha dado.
Como creyentes, a veces podemos olvidar fácilmente todas las cosas maravillosas que Dios ha hecho por nosotros. Nuestras mentes se distraen con las preocupaciones de la vida, los desafíos y las dificultades que enfrentamos día a día. Pero el salmista David nos recuerda la importancia de no olvidar los beneficios del Señor.
Cuando miramos a nuestro alrededor, podemos ver la evidencia del amor y la bondad de Dios en cada aspecto de nuestras vidas. Él nos ha dado la vida, la salud, la provisión y la protección. Él ha perdonado nuestros pecados y nos ha dado la salvación a través de su Hijo Jesucristo. Él nos ha llenado con su Espíritu Santo y nos guía en nuestro diario caminar con él.
Bendigamos al Señor con todo nuestro ser, reconociendo su santo nombre. No importa cuál sea nuestra situación, siempre podemos encontrar algo por lo que agradecerle. Incluso en medio de las pruebas y tribulaciones, podemos confiar en que Dios está obrando en nuestras vidas para nuestro bien.
Cuando alabamos y bendecimos al Señor, nuestra perspectiva cambia. Dejamos de enfocarnos en nuestras circunstancias y nos enfocamos en el Dios todopoderoso que está a nuestro lado. Nuestro corazón se llena de gratitud y gozo, y experimentamos la paz que solo él puede dar.
No olvidemos ninguno de los beneficios del Señor. Él es quien sana todas nuestras enfermedades y perdona todos nuestros pecados. Él nos rescata de la destrucción y nos corona de amor y compasión. Él nos llena de bienes y renueva nuestras fuerzas como las del águila.
Cuando nos detenemos a reflexionar en todas estas bendiciones, no podemos evitar sentirnos abrumados por el amor incondicional de nuestro Padre celestial. Su gracia y misericordia son infinitas, y no hay nada que podamos hacer para merecerlas. Sin embargo, él nos las concede generosamente porque nos ama.
Queridos hermanos y hermanas, hoy los invito a unirse conmigo y a bendecir al Señor con todo nuestro ser. No importa cuáles sean las circunstancias que enfrentemos, recordemos continuamente los beneficios que nos ha dado. Demos gracias por su amor inagotable y su fidelidad constante.
Que nuestros labios estén llenos de alabanza y gratitud hacia nuestro Dios. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo de su amor y bondad. Que cada día estemos dispuestos a bendecir al Señor y no olvidar ninguno de sus beneficios.
¡Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios! Así sea, amén.
Salmos 103:1-2 (Reina Valera):
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.”