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Cita Bíblica: La Santidad Revelada


Cita Bíblica sobre la Santidad

La palabra «santidad» tiene un significado profundo en la Biblia. En el Antiguo Testamento, Dios se revela como Santo, y en el Nuevo Testamento, se nos llama a vivir una vida santa, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. La santidad implica separación del pecado y consagración a Dios. Es un llamado a vivir de manera diferente, a ser transformados por la gracia de Dios.

En el libro de Levítico, Dios dice: «Yo soy Jehová vuestro Dios; santos seréis, porque yo soy santo» (Levítico 19:2, RV). Esta es una declaración poderosa que establece la base para la santidad en la vida de un creyente. Dios nos llama a reflejar su carácter santo en todo lo que hacemos.

La santidad no es solo una lista de reglas y prohibiciones, sino una invitación a tener una relación íntima con Dios. En Efesios 1:4, leemos: «según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él» (Efesios 1:4, RV). Antes de la creación del mundo, Dios ya tenía en mente nuestra santidad. Él nos ha escogido y nos ha llamado a vivir una vida santa por medio de su gracia.

Jesucristo es nuestro modelo perfecto de santidad. En 1 Pedro 2:21, leemos: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (1 Pedro 2:21, RV). Jesús vivió una vida completamente consagrada a Dios, sin pecado. Él nos muestra cómo vivir en santidad, y su muerte en la cruz nos da la capacidad de vivir así.

La santidad no es algo que logramos por nuestras propias fuerzas, sino que es un regalo de Dios. En Romanos 6:22, leemos: «Pero ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna» (Romanos 6:22, RV). La santificación es un proceso continuo en el que Dios nos transforma y nos aparta del pecado. Es un fruto de nuestra relación con Él y nos lleva a la vida eterna.

La santidad no es solo para unos pocos selectos, sino que es para todos los que creen en Jesús. En 1 Tesalonicenses 4:7, leemos: «Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación» (1 Tesalonicenses 4:7, RV). Dios nos llama a dejar atrás nuestra vida pasada de pecado y a vivir una vida nueva en santidad. No importa cuáles hayan sido nuestras circunstancias o pecados previos, Dios nos ofrece su gracia para transformarnos y hacernos santos.

La santidad no es algo que logramos de una vez por todas, sino que es un proceso en el que crecemos cada día. En 2 Corintios 7:1, leemos: «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Corintios 7:1, RV). Dios nos llama a purificarnos de todo lo que nos contamina, tanto física como espiritualmente. Debemos esforzarnos por vivir en santidad, reconociendo nuestra dependencia de Dios y temiéndolo en reverencia.

En resumen, la cita bíblica sobre la santidad nos recuerda el llamado de Dios a vivir una vida separada del pecado y consagrada a Él. La santidad no es solo una lista de reglas, sino una invitación a tener una relación íntima con Dios y a reflejar su carácter santo en todo lo que hacemos. Jesucristo es nuestro modelo perfecto de santidad, y a través de su gracia, podemos vivir una vida santa. No importa cuáles hayan sido nuestras circunstancias o pecados previos, Dios nos ofrece su gracia para transformarnos y hacernos santos. Que hoy podamos responder a este llamado a la santidad y permitir que Dios nos transforme y nos use para su gloria.

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