Cita Bíblica: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡salvación mía y Dios mío!” (Salmos 42:11, versión Reina Valera).
¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo! Hoy quiero dirigirme a ustedes para hablarles sobre un tema que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas: la tristeza y la desesperanza. A veces, parece que el peso de nuestras cargas y adversidades nos abate hasta el punto de sentirnos completamente derrotados. Sin embargo, la Palabra de Dios nos ofrece una respuesta poderosa y llena de esperanza: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡salvación mía y Dios mío!” (Salmos 42:11).
La vida está llena de altibajos, de momentos de gozo y momentos de tristeza. Es normal sentirnos abatidos y preocupados en ciertas situaciones, pero no debemos permitir que eso nos controle. En lugar de dejarnos llevar por la tristeza, debemos recordar que tenemos un Dios Todopoderoso que está dispuesto a pelear nuestras batallas y cargar nuestras cargas. Él es nuestro refugio y fortaleza en tiempos de angustia.
Cuando el salmista se pregunta “¿Por qué te abates, oh alma mía?”, está reconociendo su propia debilidad y su tendencia a caer en la tristeza. Sin embargo, no se queda ahí, sino que se dirige a sí mismo y se anima a esperar en Dios. Esta es una invitación para todos nosotros: no importa cuán abatidos y desesperanzados nos sintamos, debemos recordar que nuestro refugio está en el Señor.
Es fácil sentirnos abatidos cuando enfrentamos dificultades y pruebas en nuestra vida. Puede ser la pérdida de un ser querido, problemas financieros, enfermedades o problemas en nuestras relaciones. Sin embargo, en medio de todas estas circunstancias, Dios nos llama a esperar en Él. Él nos asegura que aún hay razones para alabarle, porque Él es nuestra salvación y nuestro Dios.
Cuando esperamos en Dios, estamos poniendo nuestra confianza en Aquel que tiene el control de todas las cosas. Él conoce nuestras necesidades y sabe cómo proveer para nosotros en cada situación. Nuestro Padre celestial no nos abandona, sino que está dispuesto a caminar a nuestro lado en todo momento.
Es posible que en medio de nuestras luchas y dificultades no veamos una solución inmediata, pero eso no significa que Dios no esté obrando en nuestras vidas. A veces, Su respuesta puede ser diferente a lo que esperamos, pero podemos confiar en que Él tiene un plan perfecto para nosotros. Nuestro papel es confiar en Su poder y soberanía, y esperar pacientemente en Él.
Queridos hermanos y hermanas, no permitamos que la tristeza y la desesperanza nos dominen. Recordemos siempre la pregunta del salmista: “¿Por qué te abates, oh alma mía?”. Nuestro anhelo debe ser esperar en Dios y confiar en Su fidelidad. Él es nuestro refugio y fortaleza, nuestra salvación y nuestro Dios.
En conclusión, recordemos siempre esta hermosa cita bíblica: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡salvación mía y Dios mío!” (Salmos 42:11). No importa cuán abatidos nos sintamos, siempre podemos encontrar consuelo y esperanza en la presencia de nuestro amado Padre celestial. Esperemos en Él y alabémosle, porque Él es nuestra salvación y nuestro Dios. ¡Amén!
Cita Bíblica: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡salvación mía y Dios mío!” (Salmos 42:11, versión Reina Valera).