Salmo 96:3 – “Anunciad entre las naciones su gloria; en todos los pueblos sus maravillas.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
¡Qué maravilloso es poder estar aquí hoy, compartiendo juntos la Palabra de Dios! En este momento de reflexión y adoración, quiero llevarles a meditar en el Salmo 96:3. Este versículo nos invita a proclamar la gloria de Dios entre las naciones y a dar testimonio de sus maravillas en todos los pueblos.
Cuando leemos este versículo, nos damos cuenta de la importancia de compartir el mensaje del evangelio con aquellos que aún no lo conocen. Dios nos llama a ser sus testigos y a llevar su luz a todos los rincones del mundo. No importa dónde nos encontremos, en nuestra propia comunidad o en tierras lejanas, debemos anunciar la gloria de Dios y compartir las maravillas que ha hecho en nuestras vidas.
Cada uno de nosotros tiene una historia única de cómo Dios ha obrado en nuestras vidas. Desde la salvación que encontramos en Jesús hasta las bendiciones y milagros que hemos experimentado, tenemos tantas razones para alabar a nuestro Dios. Al compartir estas experiencias con los demás, estamos abriendo puertas para que ellos también conozcan su amor y su poder transformador.
No debemos subestimar el poder de nuestro testimonio. A menudo, pensamos que necesitamos tener grandes habilidades o conocimientos teológicos para compartir el evangelio, pero eso no es cierto. Dios puede usar nuestras palabras y nuestras vidas para tocar los corazones de aquellos que nos rodean. Al contar nuestra historia, estamos invitando a otros a experimentar la misma gracia y misericordia que hemos recibido.
Es importante recordar que nuestras palabras deben ir respaldadas por nuestras acciones. No podemos proclamar la gloria de Dios si nuestras vidas no reflejan su amor y su verdad. Nuestro testimonio debe ser auténtico y coherente con lo que predicamos. Como dijo Jesús en Mateo 5:16, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Amados hermanos, el mundo necesita escuchar el mensaje de esperanza y salvación que solo Cristo puede ofrecer. Muchas personas están buscando un propósito y una verdad en medio de la confusión y el caos. Tenemos la responsabilidad de llevarles la buena noticia de Jesús, para que puedan experimentar la paz y la plenitud que solo Él puede dar.
No importa cuán pequeño o insignificante te sientas, Dios puede usar tu vida para impactar a otros. Él nos ha dado el privilegio y la responsabilidad de ser sus embajadores aquí en la tierra. Así que, no te desanimes si sientes que tus esfuerzos no están dando fruto inmediato. Recuerda que es Dios quien abre los corazones y transforma vidas. Nuestra labor es sembrar la semilla y confiar en que Él hará crecer la cosecha.
Hermanos y hermanas, hoy quiero animarles a tomar en serio el llamado de proclamar la gloria de Dios entre las naciones. No importa cuáles sean tus dones o talentos, Dios puede usarlos para su gloria. No te preocupes por el resultado final, simplemente obedece y confía en que Dios está obrando a través de ti.
Así que, salgamos de nuestras zonas de comodidad y compartamos las maravillas de Dios con aquellos que nos rodean. Que nuestras palabras y acciones reflejen su amor y su gracia. Que el mundo vea en nosotros un testimonio vivo de la transformación que solo Cristo puede hacer.
Recuerda, Salmo 96:3 – “Anunciad entre las naciones su gloria; en todos los pueblos sus maravillas.”
Que este versículo sea nuestro lema y nuestra guía a medida que nos embarcamos en la misión de proclamar el evangelio. Que nuestro testimonio sea un reflejo fiel de la gloria de Dios y que muchos puedan conocer su amor a través de nosotros.
Que Dios bendiga abundantemente tu vida y te dé valentía y sabiduría para ser un verdadero testigo de su gloria.
En el nombre de Jesús, amén.
Salmo 96:3 – “Anunciad entre las naciones su gloria; en todos los pueblos sus maravillas.”