Salmo 73:21 – “Cuando mi corazón se amargaba, y me punzaba en los riñones.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy quiero compartir con ustedes un pasaje de la Palabra de Dios que nos invita a reflexionar sobre la amargura que a veces puede invadir nuestro corazón. El Salmo 73, versículo 21 nos dice: “Cuando mi corazón se amargaba, y me punzaba en los riñones”. Estas palabras escritas por el salmista nos revelan una realidad humana que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas: el sentimiento de amargura.
En nuestras caminatas por este mundo, es inevitable encontrarnos con situaciones que nos descorazonan y nos llenan de amargura. Puede ser la injusticia que presenciamos a nuestro alrededor, la traición de alguien cercano, la pérdida de un ser querido o la lucha constante contra nuestras propias debilidades y pecados. Estos momentos pueden hacer que nuestro corazón se amargue y nos sintamos abatidos.
Sin embargo, quiero recordarles que aunque la amargura es real y puede parecer abrumadora, no debemos permitir que se apodere de nuestras vidas. El salmista nos muestra un camino de esperanza y restauración en medio de la amargura. Él declara en el versículo 21: “Cuando mi corazón se amargaba, y me punzaba en los riñones”. Aunque su corazón estaba amargado, no se quedó estancado en ese sentimiento. Reconoció su dolor y lo llevó ante el Señor.
Queridos hermanos y hermanas, cuando nos enfrentamos a la amargura, debemos seguir el ejemplo del salmista y llevar nuestra carga al Señor. Él es quien puede transformar nuestro dolor en gozo, nuestra tristeza en alegría y nuestra amargura en dulzura. No estamos solos en nuestras luchas y dolores, pues tenemos un Dios compasivo y misericordioso que está dispuesto a escucharnos y sanar nuestras heridas.
¿Cómo podemos llevar nuestra amargura al Señor? Primero, debemos reconocerla y no negarla. Es importante ser honestos con nosotros mismos y con Dios acerca de nuestros sentimientos. Luego, debemos orar y presentarle nuestras cargas al Señor. Él nos invita en Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Él no solo nos ofrece descanso, sino que también nos brinda consuelo y sanidad en medio de nuestras amarguras.
Además, debemos recordar que nuestra amargura no define quiénes somos en Cristo. Somos hijos e hijas de Dios, redimidos por la sangre de Jesús. Nuestro valor y nuestra identidad están en Él, no en nuestras circunstancias ni en nuestros sentimientos. Por lo tanto, podemos confiar en que el Señor nos ayudará a superar cualquier amargura que enfrentemos.
Queridos hermanos y hermanas, no permitamos que la amargura nos robe la paz y la alegría que Dios nos ha dado. Aunque pueda parecer difícil en momentos de dolor, debemos recordar que nuestro Dios es más grande que cualquier amargura que experimentemos. Él tiene el poder de restaurar, sanar y transformar nuestros corazones.
En conclusión, el Salmo 73:21 nos recuerda que aunque nuestro corazón pueda amargarse en ciertas circunstancias, no debemos quedarnos estancados en ese sentimiento. Debemos llevar nuestra amargura al Señor, confiando en que Él puede sanarnos y transformar nuestra tristeza en gozo. No permitamos que la amargura defina nuestra vida, sino que permitamos que la gracia y el amor de Dios nos restauren y nos lleven a una vida plena en Cristo.
Que el Señor nos fortalezca y nos ayude a superar cualquier amargura que enfrentemos, recordando siempre que Él está con nosotros en cada paso del camino.
Salmo 73:21 – “Cuando mi corazón se amargaba, y me punzaba en los riñones.”
Amén.
Salmo 73:21 – “Cuando mi corazón se amargaba, y me punzaba en los riñones.”