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El poder divino en Salmos 2:8: 'Pídeme, y te daré por herencia las naciones'


La Gloria de Dios Revelada en Salmos 2:8

«¡Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra!» (Salmos 2:8 RVR1960).

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quiero hablarles sobre la maravillosa promesa que encontramos en el Salmo 2:8. Esta declaración poderosa nos revela la gloria y el poder de nuestro Dios, quien nos invita a pedirle y confiar en Él para recibir las naciones como herencia y los confines de la tierra como posesión.

En este Salmo, el salmista nos muestra la verdadera autoridad y soberanía de Dios sobre todas las naciones. A pesar de que los gobernantes y líderes de este mundo pueden levantarse contra el Señor y sus ungidos, la palabra de Dios nos asegura que Él tiene el control absoluto sobre todo lo que existe. No importa cuán poderosos o influyentes sean los hombres, al final, Dios reinará supremo y establecerá su reino eterno.

Es asombroso pensar que Dios nos invita a pedirle las naciones como herencia. En medio de un mundo lleno de conflictos, guerras y divisiones, nuestro Padre celestial nos ofrece la oportunidad de ser parte de su plan redentor para toda la humanidad. Él desea que nos acerquemos a Él con fe y confianza, para que podamos ser instrumentos de su amor y gracia en todas las esferas de la sociedad.

Cuando le pedimos a Dios que nos dé las naciones como herencia, estamos reconociendo su supremacía y su propósito eterno para la salvación de las almas perdidas. Nuestra petición no debe ser egoísta o egocéntrica, sino que debe estar en línea con la voluntad de Dios de llevar su mensaje de esperanza y redención a todos los rincones del mundo. Dios quiere que seamos sus embajadores en la tierra, llevando su luz y su amor a aquellos que todavía no lo conocen.

Hermanos y hermanas, no subestimemos el poder de nuestras oraciones. Cuando nos acercamos a Dios con un corazón sincero y humilde, Él escucha y responde nuestras peticiones. Si le pedimos las naciones como herencia, Dios nos proveerá las oportunidades y los recursos necesarios para llevar su mensaje a aquellos que están perdidos y necesitan ser salvos. Él nos capacitará y nos guiará en cada paso del camino, y nos dará la sabiduría y el discernimiento para tomar decisiones estratégicas en su nombre.

Sin embargo, también debemos recordar que nuestra responsabilidad no termina con la simple petición. Dios nos llama a ser fieles y obedientes a su mandato de hacer discípulos de todas las naciones. Esto implica estar dispuestos a salir de nuestra zona de confort, a sacrificar nuestros propios deseos y comodidades, y a ser valientes en compartir el mensaje de salvación.

No olvidemos que Jesús mismo nos dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15 RVR1960). Este mandato no es exclusivo de los apóstoles o de los líderes de la iglesia, sino que es para todos los creyentes. Cada uno de nosotros tiene un papel vital en el plan de Dios para alcanzar a las naciones con su amor y gracia.

En conclusión, hermanos y hermanas, recordemos siempre la promesa poderosa que encontramos en Salmos 2:8. Nuestro Dios nos invita a pedirle las naciones como herencia y los confines de la tierra como posesión. No subestimemos el impacto que nuestras oraciones y nuestra obediencia pueden tener en el avance del reino de Dios. Confíemos en su poder y en su guía, y estemos dispuestos a ser instrumentos en sus manos para llevar su mensaje a los perdidos.

Así que, amados hermanos y hermanas, ¡pidamos con fe y confianza! Pidamos a nuestro Padre celestial que nos dé las naciones como herencia. Y mientras lo hacemos, recordemos siempre que en Dios encontramos nuestra fortaleza, nuestro propósito y nuestra esperanza.

¡Gloria a Dios por su promesa en Salmos 2:8!

«Salmos 2:8 – ¡Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra!»