¡Busquemos la presencia de Dios con todo nuestro corazón!
Salmo 26:8 dice: “Jehová, he amado la habitación de tu casa, y el lugar de la morada de tu gloria.”
Cuando leemos este versículo, encontramos una invitación a buscar la presencia de Dios de todo corazón y a amar Su casa. Pero, ¿qué significa realmente amar la habitación de Dios y el lugar de Su gloria?
En primer lugar, amar la habitación de Dios implica tener un deseo ardiente de estar en Su presencia. Es anhelar pasar tiempo con Él, adorarle y buscar Su rostro. Es reconocer que la comunión con Dios es lo más importante y valioso en nuestra vida. No importa cuán ocupados estemos o cuántas responsabilidades tengamos, debemos hacer espacio en nuestra agenda para buscar a Dios en oración, adoración y estudio de Su Palabra.
La casa de Dios no se limita a un edificio físico, sino que representa Su presencia y gloria. Amar la habitación de Dios también significa valorar y apreciar los momentos en los que experimentamos Su presencia. Cuando nos congregamos como iglesia, cuando adoramos en nuestros hogares o cuando tenemos momentos de intimidad con Él, estamos en Su presencia. Debemos aprender a reconocer y disfrutar esos momentos, sabiendo que es allí donde encontramos consuelo, paz y fortaleza.
Además, amar la habitación de Dios implica cuidar y edificar Su casa. Somos parte del cuerpo de Cristo y cada uno de nosotros tiene un papel importante en la iglesia. Debemos comprometernos a servir, a ser parte activa y a contribuir con nuestros dones y talentos para el crecimiento y edificación del cuerpo de Cristo. Al hacerlo, estamos demostrando nuestro amor por la habitación de Dios y Su gloria.
En este versículo, David nos muestra su amor y pasión por la presencia de Dios. Él entiende que sólo en la presencia de Dios encuentra satisfacción y plenitud. A lo largo de los Salmos, vemos cómo David buscaba constantemente a Dios, clamando por Su guía, protección y cercanía. Él no se conformaba con una relación superficial, sino que deseaba una comunión íntima con su Creador.
Al igual que David, debemos buscar a Dios con todo nuestro corazón. No debemos contentarnos con una vida espiritual mediocre o superficial, sino que debemos anhelar una relación profunda y significativa con nuestro Padre celestial. Debemos amar Su casa y Su presencia, y buscarlas con fervor.
Cuando buscamos la presencia de Dios de todo corazón, experimentamos Su amor, gracia y misericordia. Él se revela a nosotros de maneras sobrenaturales, nos llena de gozo y nos fortalece en tiempos de dificultad. En Su presencia encontramos descanso para nuestras almas y dirección para nuestras vidas.
Así que, hermanos y hermanas, busquemos la presencia de Dios con todo nuestro corazón. Amemos Su casa y Su gloria. Dediquemos tiempo para estar en Su presencia y cultivar una relación íntima con Él. Recordemos que en Su presencia encontramos todo lo que necesitamos. Como dice Salmo 26:8: “Jehová, he amado la habitación de tu casa, y el lugar de la morada de tu gloria.”
Que este versículo sea nuestro anhelo y nuestra inspiración. Que nos motive a buscar a Dios con pasión y a amar Su presencia por encima de todo. Que encontremos en Él la satisfacción y plenitud que nuestros corazones anhelan.
¡Que Dios les bendiga abundantemente mientras buscan Su presencia y aman Su casa!
Salmo 26:8: “Jehová, he amado la habitación de tu casa, y el lugar de la morada de tu gloria.”