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Encuentro revelador: Cita Bíblica de la Mujer Samaritana


Cita Bíblica de la Mujer Samaritana

En la Biblia, encontramos muchos relatos de personas que han tenido encuentros transformadores con Jesús. Uno de estos relatos es la historia de la Mujer Samaritana, cuya cita bíblica se encuentra en Juan 4:1-42. En este pasaje, vemos cómo Jesús se encuentra con una mujer samaritana en el pozo de Jacob y cómo este encuentro cambia su vida para siempre.

La historia comienza con Jesús dejando Judea y dirigiéndose a Galilea. En su camino, pasa por Samaria, una región que los judíos solían evitar debido a la enemistad histórica entre ambos pueblos. Jesús, sin embargo, no sigue las normas sociales y decide pasar por Samaria.

Al llegar al pozo de Jacob, Jesús se encuentra con la Mujer Samaritana, quien acude al pozo a la hora más calurosa del día para evitar el encuentro con otras personas. Jesús, conocedor de la vida de esta mujer, le pide agua para beber. Sorprendida por su petición, la mujer le pregunta cómo es posible que un judío le pida agua a una samaritana.

Jesús responde diciendo: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le pedirías, y él te daría agua viva» (Juan 4:10). Jesús no solo está hablando del agua física que saciaría la sed de la mujer, sino del agua viva que es el Espíritu Santo y que da vida eterna.

La Mujer Samaritana, intrigada por las palabras de Jesús, le pide que le dé de esa agua viva para no tener sed nunca más. Jesús continúa revelándole su conocimiento íntimo de su vida y le dice: «Ve, llama a tu marido, y ven acá» (Juan 4:16). La mujer responde diciendo que no tiene marido, a lo que Jesús le dice: «Bien has dicho, no tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad» (Juan 4:17-18).

La mujer se sorprende por la revelación de Jesús y reconoce que él es un profeta. En ese momento, comienza una conversación profunda sobre la adoración y la verdad. Jesús le dice: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Juan 4:24). Jesús le muestra que la adoración verdadera no está ligada a un lugar físico, sino a una actitud de corazón y una relación con Dios.

La Mujer Samaritana, convencida de que Jesús es el Mesías, corre hacia el pueblo y comparte su experiencia con los demás. Muchos samaritanos creen en Jesús debido al testimonio de esta mujer, y le piden que se quede con ellos. Durante dos días, Jesús enseña a los samaritanos, quienes finalmente declaran: «Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo» (Juan 4:42).

La historia de la Mujer Samaritana nos enseña varias lecciones importantes. En primer lugar, nos muestra que Jesús no se preocupa por las barreras sociales o étnicas, sino que busca a todas las personas sin importar su origen o pasado. También nos enseña que Jesús conoce nuestras vidas íntimamente, incluso aquellos aspectos que tratamos de ocultar. A pesar de esto, él nos acepta y nos ofrece su amor y perdón.

Además, la historia nos muestra que la adoración verdadera no está ligada a un lugar físico o a una religión en particular, sino a una relación personal con Dios. Jesús nos invita a adorar en espíritu y en verdad, entregando nuestros corazones y vidas a él.

La historia de la Mujer Samaritana es una historia de redención y transformación. Esta mujer, que había llevado una vida marcada por el pecado y la vergüenza, encuentra en Jesús una fuente de agua viva que satisface su sed espiritual. Su encuentro con Jesús cambia su vida por completo y la lleva a compartir su experiencia con los demás.

Así como la Mujer Samaritana, todos nosotros tenemos una historia que contar y un encuentro con Jesús que puede transformar nuestras vidas. Jesús nos ofrece el agua viva del Espíritu Santo, que puede saciar nuestra sed espiritual y llevarnos a una vida de adoración y servicio a Dios.

Que la historia de la Mujer Samaritana nos inspire a buscar a Jesús, a entregarle nuestras vidas y a compartir su amor y salvación con los demás. Que podamos reconocer que él es el Salvador del mundo y que su gracia y perdón están disponibles para todos aquellos que se acerquen a él con fe y humildad.

Cita Bíblica de la Mujer Samaritana: Juan 4:1-42.