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Explorando la infinitud divina: Salmos 139:7-12 revela el omnipresente amor de Dios


Salmos 139:7-12 (RVR 1960):

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.”

Queridos hermanos y hermanas, hoy meditaremos en este hermoso pasaje de Salmos 139:7-12, que nos habla del amor y la presencia constante de nuestro Dios en nuestras vidas. ¡Qué palabra tan poderosa para fortalecer nuestra fe y recordarnos que nunca estamos solos!

En estos versículos, el salmista David se maravilla de la omnipresencia de Dios. Él se pregunta: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”. David comprende que no importa a dónde vaya, Dios siempre estará con él. Si sube a los cielos, allí estará Dios; si desciende al lugar de los muertos, allí también encontrará la presencia de Dios. No hay lugar en toda la creación donde podamos escapar del amor y la compañía de nuestro Padre celestial.

El salmista también nos enseña que el Señor nos guía y sostiene en todo momento. Aunque nos encontremos en los lugares más remotos, lejos de todo lo conocido, Dios está ahí para guiarnos y protegernos. David dice: “Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. ¡Qué imagen tan hermosa y reconfortante! Nuestro Dios nunca nos abandona, incluso en los momentos más difíciles y solitarios de nuestras vidas. Él siempre está dispuesto a tomar nuestra mano y mostrarnos el camino.

En medio de la oscuridad y el desconcierto, el salmista nos recuerda que Dios es luz y que su presencia disipa toda tiniebla. Aunque nos parezca que las tinieblas nos rodean y nos ocultan, David afirma: “Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz”. Dios es capaz de iluminar incluso las situaciones más difíciles y desesperanzadoras. Él nos da la certeza de que nunca estaremos perdidos en la oscuridad, porque Él está con nosotros, trayendo luz y esperanza a nuestros corazones.

Queridos hermanos y hermanas, Salmos 139:7-12 nos invita a reflexionar sobre la maravillosa presencia de Dios en nuestras vidas. No importa dónde nos encontremos ni qué circunstancias estemos enfrentando, podemos tener la seguridad de que Él está siempre con nosotros. Su amor y cuidado nos guían a través de los momentos más difíciles y nos iluminan en medio de la oscuridad. No hay lugar en toda la creación donde podamos escapar de su amor y compañía.

Así que, en momentos de soledad, incertidumbre o tristeza, recordemos estas palabras del salmista David: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”. Nuestro Dios está con nosotros en cada paso que damos, en cada lágrima que derramamos y en cada alegría que experimentamos. No hay nada que pueda separarnos de su amor y cuidado.

Que estas palabras sean un bálsamo para tu alma y un recordatorio constante de que no estás solo. Que la presencia de Dios te guíe, te sostenga y te ilumine en todo momento. ¡Amén!

Salmos 139:7-12 (RVR 1960):

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.”

Salmos 139:7-12 (RVR 1960):

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.”