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La Majestuosidad de Dios: Salmos 99, un Canto de Adoración


Salmos 99: ¡El Señor es santo!

Hermanos y hermanas en Cristo, ¡qué alegría poder compartir con ustedes la Palabra de Dios en este día! Hoy me gustaría centrarme en el poderoso Salmo 99, un himno lleno de alabanza y reverencia al Señor nuestro Dios.

En este Salmo, el salmista nos recuerda la santidad y grandeza de nuestro Dios. Comienza diciendo: «El Señor reina, temblen los pueblos; Él está sentado sobre los querubines, tiemble la tierra» (Salmo 99:1). Qué imagen tan impactante y poderosa de la soberanía de Dios. Él es el Rey de reyes y Señor de señores, y todo el universo tiembla ante su presencia.

Continuando, el salmista nos habla de la justicia y equidad de nuestro Dios. Nos dice: «Tú has establecido la justicia; Tú has hecho juicio y justicia en Jacob» (Salmo 99:4). Nuestro Dios es un Dios de justicia, y en Él encontramos refugio y protección. En medio de un mundo lleno de injusticias y corrupción, podemos confiar en que nuestro Dios hará justicia en su tiempo perfecto.

Además, el salmista nos invita a recordar cómo Dios ha respondido a las oraciones y clamores de su pueblo en el pasado. Dice: «En la columna de nube hablaba contigo; oyeron tus testimonios» (Salmo 99:7). Nuestro Dios no es indiferente a nuestras necesidades y peticiones. Él escucha nuestras oraciones y responde de acuerdo a su voluntad perfecta. Podemos confiar en que si clamamos a Él con fe, Él nos escuchará y responderá en su sabiduría y amor.

Hermanos y hermanas, este Salmo nos recuerda la importancia de reconocer la santidad de Dios en nuestras vidas. Nos insta a adorarle y reverenciarle como el único digno de toda nuestra alabanza. En medio de las dificultades y pruebas, recordemos que Dios es nuestro refugio y fortaleza. Él es el que nos sostiene y nos guía en todo momento.

Cuando nos encontramos en momentos de adoración y oración, debemos recordar la santidad de Dios y exaltar su nombre. Nos dice en el Salmo 99: «Exaltad al Señor nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; santo es» (Salmo 99:5). ¡Qué privilegio es postrarnos ante su presencia y rendirle todo honor y gloria!

Finalmente, el salmista concluye el Salmo con un recordatorio poderoso: «Exaltad al Señor nuestro Dios, y postraos ante su santo monte; porque santo es el Señor nuestro Dios» (Salmo 99:9). No importa cuáles sean las circunstancias que enfrentemos, siempre debemos recordar que nuestro Dios es santo y digno de toda adoración. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, y su amor y misericordia perduran para siempre.

Que este Salmo 99 sea un recordatorio constante en nuestras vidas de la grandeza y santidad de nuestro Dios. Oremos para que Él nos conceda la gracia de entender y vivir de acuerdo a su voluntad perfecta. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo de su amor y poder transformador.

Hermanos y hermanas, ¡exaltemos al Señor nuestro Dios y postrémonos ante su santo monte! Él es digno de toda nuestra alabanza y adoración. Que su santidad nos inspire a vivir vidas que le glorifiquen en todo momento.

Salmos 99: «Exaltad al Señor nuestro Dios, y postraos ante su santo monte; porque santo es el Señor nuestro Dios» (Salmo 99:9). Amén.