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La Palabra De Dios No Se Vende: Un Versículo de Poder


La Palabra De Dios No Se Vende Versículo: La Verdad Inmutable

¡Bendiciones, amados hermanos y hermanas en Cristo! Hoy me gustaría compartir con ustedes una verdad fundamental que debemos recordar y aferrarnos en nuestro caminar con el Señor: «La Palabra de Dios no se vende».

En un mundo donde todo parece tener un precio, donde los valores y principios se negocian y se mercadean, es esencial recordar que la Palabra de Dios es sagrada y no puede ser comprada ni vendida. En el libro de Mateo 10:8b, Jesús instruye a sus discípulos diciendo: «De gracia recibisteis, dad de gracia.» Este versículo nos recuerda que el mensaje del Evangelio, las enseñanzas y la sabiduría contenidas en la Palabra de Dios, no deben ser objeto de comercio o lucro personal.

La Palabra de Dios es un tesoro invaluable que Dios nos ha dado gratuitamente para nuestro crecimiento espiritual y edificación. En 2 Timoteo 3:16-17, encontramos estas palabras inspiradoras: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». Aquí vemos que la Palabra de Dios es una guía para nuestras vidas, que nos equipa y nos prepara para vivir una vida de rectitud y santidad.

Es importante recordar que la Palabra de Dios no es un producto que pueda ser comprado o vendido para obtener beneficios materiales. En Hechos 8:18-20, encontramos un ejemplo de un hombre llamado Simón, quien trató de comprar el don del Espíritu Santo. Pedro respondió firmemente: «Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios». Este pasaje nos muestra claramente que la Palabra de Dios y los dones espirituales no pueden ser adquiridos con dinero, sino que son un regalo de Dios para aquellos que tienen un corazón recto y buscan vivir según Su voluntad.

En nuestra sociedad actual, es común encontrar personas que intentan usar la Palabra de Dios para obtener ganancias personales, distorsionando su mensaje original y aprovechándose de la fe de los demás. Sin embargo, debemos recordar que la Palabra de Dios es inmutable y no puede ser manipulada para satisfacer nuestros intereses egoístas. En 2 Pedro 1:20-21, se nos dice: «Sabiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo». La Palabra de Dios es divina en su origen y debe ser interpretada y comunicada con reverencia y fidelidad.

Hermanos y hermanas, vivimos en un mundo donde la verdad parece ser relativa y donde los valores morales y espirituales están siendo atacados constantemente. En medio de esta confusión, debemos aferrarnos firmemente a la Palabra de Dios, recordando que no se puede vender ni comprometer. Como cristianos, debemos ser portadores de la verdad, compartiendo el mensaje del Evangelio sin distorsiones ni alteraciones.

Al final de nuestras vidas, no seremos juzgados por la cantidad de dinero que hayamos acumulado o por nuestros logros terrenales, sino por nuestra fidelidad a la Palabra de Dios y nuestra obediencia a Sus mandamientos. Jesús nos enseña en Mateo 7:24-25: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca». Vivir según la Palabra de Dios nos asegura una base sólida y firme para enfrentar los desafíos de la vida.

En conclusión, recordemos siempre que «La Palabra de Dios no se vende». No permitamos que la codicia o el afán de lucro nos alejen de la verdad divina contenida en las Sagradas Escrituras. Sigamos buscando el conocimiento y la sabiduría que solo podemos encontrar en la Palabra de Dios, y compartámosla con amor y humildad, sin permitir que sea manipulada o distorsionada. Confíemos en que Dios cumple Su promesa de estar con nosotros siempre, y que Su Palabra nos guiará en cada paso de nuestro camino.

Que el Señor les bendiga y les fortalezca en su fe, recordando siempre que «La Palabra de Dios no se vende». Amén y amén.