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La unión que Dios bendice: Lo que Dios unió, el hombre no debe separar


Lo Que Dios Unió No Lo Separe El Hombre Versículo: Una Promesa de Amor Eterno

Hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos para reflexionar sobre una promesa sagrada, una promesa de amor eterno. En el libro de Mateo, capítulo 19, versículo 6, encontramos las palabras que nos recuerdan la importancia y la trascendencia del matrimonio: “Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6, RV).

Estas palabras, pronunciadas por nuestro Señor Jesucristo, nos enseñan que el matrimonio es una unión divina, diseñada por Dios desde el principio de la creación. Es un pacto sagrado entre un hombre y una mujer, bendecido por el Todopoderoso, y sellado con su amor y su gracia.

En este mundo turbulento y lleno de tentaciones, el matrimonio enfrenta muchos desafíos. Las parejas pueden encontrarse en momentos de duda, desesperación y conflicto. Sin embargo, es en estos momentos que debemos recordar y aferrarnos a la promesa divina: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.

Cuando Dios une a dos personas en matrimonio, no solo es una unión de cuerpos, sino también de almas. Es un lazo que trasciende el tiempo y las circunstancias, porque está arraigado en el amor eterno de nuestro Creador. Dios nos une para que podamos caminar juntos en el camino de la vida, compartiendo alegrías, tristezas, triunfos y derrotas.

En momentos de dificultad, debemos recordar que Dios está con nosotros. Él es nuestro refugio y fortaleza, y siempre está dispuesto a ayudarnos a superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro matrimonio. Si nos aferramos a su palabra y buscamos su guía, encontraremos la sabiduría y la fuerza para enfrentar cualquier desafío.

El amor que Dios nos ha dado es más poderoso que cualquier problema que podamos enfrentar. Su amor no conoce límites ni fronteras. Es un amor que perdona, restaura y renueva. Cuando enfrentemos dificultades en nuestro matrimonio, debemos recordar que el amor de Dios es nuestra fortaleza, y que con él, podemos superar cualquier adversidad.

Como cristianos, también debemos recordar que el matrimonio es un reflejo del amor de Cristo por su iglesia. Así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella, así también debemos amar y entregarnos el uno al otro en el matrimonio. Debemos buscar el bienestar y la felicidad de nuestra pareja, sacrificando nuestros propios deseos y egoísmos.

La promesa de “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” es un recordatorio de que el matrimonio es un compromiso para toda la vida. No es algo que se pueda tomar a la ligera o desechar fácilmente. Requiere paciencia, humildad, perdón y constante renovación del amor.

Hermanos y hermanas, en este día quiero animarlos a que se afiancen en la promesa divina. No importa cuáles sean las circunstancias que enfrenten en su matrimonio, confíen en que Dios está con ustedes y que su amor es más grande que cualquier problema. Oren juntos, lean su palabra juntos y busquen la guía del Espíritu Santo en todas las decisiones que tomen.

Recuerden siempre: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Este versículo es una promesa de amor eterno, un recordatorio de la fidelidad de Dios hacia su pueblo. Confíen en él, busquen su sabiduría y permitan que su amor transforme y fortalezca su matrimonio.

Que el Señor les bendiga y les conceda un matrimonio lleno de amor, alegría y paz. Que su unión sea un testimonio vivo del poder y la gracia de Dios. Amen.

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