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Proverbios 18:6: La boca del necio trae su propia destrucción


Proverbios 18:6 (Reina Valera 1960) dice: «Los labios del necio entran en contienda, y su boca llama a los golpes».

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quiero hablarles sobre la importancia de nuestras palabras y cómo pueden afectar nuestras vidas y las vidas de aquellos que nos rodean. El libro de Proverbios nos ofrece una sabiduría invaluable en este aspecto, y en particular, el versículo 6 del capítulo 18 nos advierte sobre los peligros de ser necios con nuestras palabras.

La palabra «necio» se refiere a alguien que carece de sabiduría y discernimiento. Es alguien que habla sin pensar, sin considerar las consecuencias de sus palabras. Esta persona entra en contienda constantemente, busca pleitos y discusiones. Sus palabras son como un imán para el conflicto y a menudo resultan en golpes físicos o emocionales.

Todos conocemos a alguien así, o quizás en algún momento de nuestras vidas hemos actuado de esa manera. Pero como cristianos, debemos esforzarnos por ser diferentes. Nuestras palabras deben ser llenas de amor, gracia y sabiduría. El apóstol Pablo nos insta en Efesios 4:29 (Reina Valera 1960) a «no decir palabra corrompida, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes».

Cuando hablamos con sabiduría y amor, nuestras palabras tienen el poder de edificar y fortalecer a los demás. Podemos consolar a los afligidos, animar a los desalentados y guiar a los perdidos. Nuestras palabras pueden ser un bálsamo para las almas heridas y una luz en medio de la oscuridad. Pero cuando hablamos sin pensar, sin considerar el impacto que nuestras palabras pueden tener, estamos causando daño y destrucción.

Imaginen el poder que nuestras palabras tienen para influir en la vida de los demás. Podemos usarlas para bendecir o maldecir, para animar o desanimar, para construir o destruir. Es importante recordar que nuestras palabras tienen consecuencias eternas. El libro de Proverbios también nos enseña en el capítulo 18, verso 21 (Reina Valera 1960) que «la muerte y la vida están en poder de la lengua».

Entonces, ¿cómo podemos evitar ser necios con nuestras palabras? En primer lugar, debemos buscar la sabiduría de Dios. Santiago 1:5 (Reina Valera 1960) nos anima a pedir sabiduría a Dios, quien nos la dará generosamente. Cuando buscamos la sabiduría de Dios, podemos tomar decisiones más sabias y hablar con palabras llenas de amor y gracia.

Además, debemos ser conscientes de nuestro corazón. Jesús nos enseña en Mateo 12:34b (Reina Valera 1960) que «de la abundancia del corazón habla la boca». Si nuestro corazón está lleno de amor y paz, nuestras palabras reflejarán ese amor y paz. Pero si nuestro corazón está lleno de ira, resentimiento o amargura, nuestras palabras reflejarán ese estado interno.

Por último, debemos controlar nuestra lengua. Santiago 1:26 (Reina Valera 1960) nos advierte que si alguien se cree religioso pero no controla su lengua, su religión es vana. Nuestra lengua puede ser un arma poderosa para el bien o para el mal, y es nuestra responsabilidad usarla de manera sabia y amorosa.

Queridos hermanos y hermanas, recordemos siempre el versículo 6 del capítulo 18 de Proverbios: «Los labios del necio entran en contienda, y su boca llama a los golpes». Seamos conscientes del poder de nuestras palabras y actuemos con sabiduría y amor. Que nuestras palabras sean siempre una fuente de bendición, aliento y edificación para los demás.

Oremos para que Dios nos dé la sabiduría y el autocontrol necesarios para evitar ser necios con nuestras palabras. Que el Espíritu Santo nos guíe y nos ayude a hablar con palabras llenas de amor y gracia. Que nuestras palabras reflejen el amor de Cristo y sean un testimonio vivo de nuestra fe.

En conclusión, recordemos siempre Proverbios 18:6: «Los labios del necio entran en contienda, y su boca llama a los golpes». Que este versículo sea un recordatorio constante de la importancia de nuestras palabras y su impacto en nuestras vidas y en las vidas de los demás. Actuemos con sabiduría y amor, y busquemos siempre la guía de Dios en nuestras palabras y acciones. ¡Que nuestras palabras sean siempre una fuente de bendición y edificación! Amén.