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Salmo 8: La majestuosidad divina en el corazón del hombre


Salmo 8: ¡Oh Señor, soberano nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos. Desde la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿Y el hijo del hombre, para que lo visites? Lo hiciste poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Señor, soberano nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy quiero compartir con ustedes un salmo que nos recuerda la grandeza y la bondad de nuestro Dios. El Salmo 8 nos invita a reflexionar sobre la majestuosidad de la creación de Dios y la posición privilegiada que como seres humanos ocupamos en ella.

En este salmo, el rey David expresa su asombro ante la grandeza de Dios al contemplar los cielos, la luna y las estrellas que Él ha creado. David se maravilla de cómo un Dios tan infinitamente poderoso y glorioso puede preocuparse por los seres humanos, a quienes ha hecho «poco menores que los ángeles» y nos ha coronado de gloria y honra.

¿Te has detenido alguna vez a contemplar la magnificencia de la creación de Dios? Mientras observamos las montañas imponentes, los vastos océanos y los cielos infinitos, no podemos evitar sentirnos pequeños en comparación con la grandeza de nuestro Creador. Sin embargo, a pesar de nuestra pequeñez, Dios nos ha dado un lugar privilegiado en su creación.

El Salmo 8 nos recuerda que Dios nos ha dado autoridad sobre las obras de sus manos. Nos ha dado la responsabilidad de cuidar y ser mayordomos de la tierra y de todas las criaturas que en ella habitan. Somos llamados a gobernar con amor y justicia, reflejando así el carácter de nuestro Creador.

Queridos hermanos y hermanas, recordemos siempre que somos amados y valorados por Dios. Él nos ha creado a su imagen y nos ha dado un propósito en esta vida. No importa cuán insignificantes podamos sentirnos a veces, Dios nos ha otorgado una dignidad inmensa al coronarnos de gloria y honra.

En nuestra sociedad actual, a menudo nos vemos bombardeados con mensajes que nos dicen que nuestra valía se basa en nuestra apariencia, éxito, riqueza o popularidad. Sin embargo, el Salmo 8 nos recuerda que nuestra verdadera identidad y valor provienen de nuestro Creador. No necesitamos buscar la aprobación o validación de los demás, porque en los ojos de Dios somos preciosos y valiosos.

Entonces, ¿cómo debemos responder a esta verdad? Primero, debemos vivir con gratitud y humildad, reconociendo la grandeza y bondad de nuestro Dios. Debemos alabar y adorar a Dios por su creación maravillosa y por el amor que nos tiene. Nuestras vidas deben reflejar una actitud de reverencia y respeto hacia todo lo que Dios ha creado.

Además, debemos asumir nuestra responsabilidad como mayordomos de la tierra. Esto implica cuidar y proteger el medio ambiente, ser conscientes de nuestro impacto en la creación y buscar formas de vivir de manera sostenible. También implica tratar a nuestros semejantes con amor y justicia, recordando que todos somos hechos a imagen de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, permitamos que el Salmo 8 sea un recordatorio constante de la grandeza y el amor de nuestro Dios. Que nuestras vidas reflejen la dignidad y el propósito que Dios nos ha dado. Recordemos siempre que somos amados, valiosos y coronados de gloria y honra.

¡Oh Señor, soberano nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!

Salmo 8: ¡Oh Señor, soberano nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos. Desde la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿Y el hijo del hombre, para que lo visites? Lo hiciste poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Señor, soberano nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!