Salmos 141:3 – “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos encontramos aquí para reflexionar sobre un versículo poderoso que se encuentra en el libro de los Salmos, específicamente en el Salmo 141, versículo 3. Este versículo nos recuerda la importancia de cuidar nuestras palabras y acciones, y de buscar la protección del Señor para que podamos vivir de acuerdo a su voluntad.
El salmista, en su oración a Dios, nos insta a pedirle al Señor que vigile nuestra boca y que proteja la puerta de nuestros labios. Esto es un recordatorio de cuán poderosas son nuestras palabras y cómo pueden afectar a los demás y a nosotros mismos. Nuestras palabras pueden edificar o destruir, pueden traer vida o muerte, pueden bendecir o maldecir. Por eso es tan importante que aprendamos a controlar lo que decimos y a buscar la guía del Espíritu Santo para que nuestras palabras sean siempre de amor, aliento y sabiduría.
La boca es un órgano pequeño, pero su impacto puede ser enorme. Jesús nos enseñó en Mateo 15:11: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.” Nuestras palabras revelan lo que hay en nuestro corazón, y si permitimos que la negatividad, el chisme, la crítica o la mentira salgan de nuestra boca, estaremos contaminando nuestra propia vida y la de aquellos que nos rodean.
Es por eso que necesitamos pedirle a Dios que nos ayude a poner guarda a nuestra boca. Necesitamos su ayuda para controlar nuestras palabras y ser conscientes de cómo impactan a los demás. Necesitamos su guía para que nuestras palabras sean siempre constructivas, llenas de amor y de verdad. El apóstol Pablo nos exhorta en Efesios 4:29: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”
Cuando guardamos la puerta de nuestros labios, estamos tomando la decisión de no permitir que palabras hirientes, negativas o destructivas salgan de nosotros. En cambio, buscamos la sabiduría divina para hablar con amor, para animar y para bendecir a otros. Proverbios 16:24 nos dice: “Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos.” Nuestras palabras pueden traer sanidad y restauración a aquellos que las escuchan.
Pero ¿cómo podemos lograr esto? La respuesta está en la oración y en la dependencia de Dios. Necesitamos buscar su ayuda diariamente, pidiéndole que nos ayude a controlar nuestras palabras y a vivir de acuerdo a su voluntad. Necesitamos pedirle que nos llene con su Espíritu Santo, para que podamos hablar con sabiduría y discernimiento en todas las situaciones. En Proverbios 3:5-6 se nos dice: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”
Queridos hermanos y hermanas, recordemos siempre el poder de nuestras palabras. Busquemos a Dios en oración, pidiéndole que ponga guarda a nuestra boca y que nos ayude a controlar nuestras palabras. No permitamos que la negatividad, la crítica o la maledicencia salgan de nosotros. En cambio, permitamos que el amor, la verdad y la sabiduría de Dios fluyan a través de nuestras palabras. Así podremos ser instrumentos de bendición y de edificación para aquellos que nos rodean.
En conclusión, recordemos el llamado del salmista en Salmos 141:3: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.” Que este versículo nos inspire a cuidar nuestras palabras, buscando siempre la guía y la protección de nuestro amado Señor. Que nuestras palabras sean siempre un reflejo de su amor y de su verdad, y que podamos bendecir y edificar a otros a través de ellas.
¡Que Dios les bendiga y les guarde, amados hermanos y hermanas!
Salmos 141:3 – “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.”