Salmos 38:4 – “Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí.” (RVR 1960)
¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo! Hoy quiero compartir con ustedes una poderosa verdad que se encuentra en el libro de Salmos, capítulo 38, versículo 4. Esta porción de la Palabra de Dios nos revela la realidad de nuestras iniquidades y cómo pueden convertirse en una carga pesada sobre nuestras vidas.
En este salmo, el rey David expresa su angustia y aflicción ante sus pecados y las consecuencias que estos han traído a su vida. Él reconoce la gravedad de sus iniquidades, cómo se han acumulado sobre su cabeza y le han pesado como una carga que parece insostenible. ¿No te has sentido así en algún momento de tu vida? ¿No has experimentado el peso de tus propios pecados?
La iniquidad es una realidad que todos enfrentamos. Está presente en nuestras vidas diarias, en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Es aquello que nos separa de la santidad y la comunión con Dios. Y aunque la gracia de Dios nos ha sido dada a través de Jesucristo, aún debemos enfrentar las consecuencias de nuestros pecados en este mundo caído.
Sin embargo, en medio de nuestra carga de iniquidades, debemos recordar que tenemos un Salvador amoroso y misericordioso. Jesús se ofreció a sí mismo como el sacrificio perfecto para pagar el precio de nuestros pecados. Él cargó sobre sí mismo nuestras iniquidades en la cruz y nos liberó de su peso. En Mateo 11:28-30, Jesús nos invita a venir a Él y a depositar nuestras cargas en sus manos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
Queridos hermanos y hermanas, en medio de nuestros pecados y debilidades, debemos recordar que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada paso del camino, dispuesto a ayudarnos a llevar nuestras cargas y a darnos descanso. Él nos invita a acercarnos a Él en oración, a confesar nuestros pecados y a buscar su perdón y restauración. 1 Juan 1:9 nos asegura: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
Cuando reconocemos nuestras iniquidades y las llevamos ante el Señor, podemos experimentar la maravillosa liberación que solo Él puede brindar. En lugar de ser esclavos de nuestros pecados, nos convertimos en hijos e hijas amados, redimidos por la sangre de Jesús. Ya no tenemos que cargar con el peso de nuestras iniquidades, porque Jesús lo llevó por nosotros.
Hermanos y hermanas, la carga de nuestras iniquidades es real y pesada, pero no debemos permitir que nos abrume. En lugar de eso, debemos llevar nuestras cargas a los pies de Jesús y confiar en su gracia y perdón. Él es nuestra fortaleza en medio de la debilidad, nuestro refugio en medio de la tormenta y nuestra esperanza en medio de la desesperación.
Que el versículo 4 del Salmo 38 resuene en nuestros corazones: “Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí.” Este versículo nos recuerda la realidad de nuestras iniquidades, pero también nos señala la respuesta: Jesús, quien carga nuestras cargas y nos da descanso.
En conclusión, mis amados hermanos y hermanas, no dejemos que nuestras iniquidades nos consuman. En cambio, acerquémonos a Jesús, confesemos nuestros pecados y permitamos que Él nos libere de su carga. Recuerda que Jesús es nuestro Salvador y Redentor, y en Él encontramos descanso y perdón. Que el versículo 4 de Salmos 38 sea una recordación constante de nuestra necesidad de Jesús y de su amorosa provisión.
Salmos 38:4 – “Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí.” (RVR 1960)