¡Y si vivimos, para el vivimos! Este es el verso que nos impulsa a reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestras vidas. En la Biblia, en el libro de Romanos, capítulo 14, verso 8, encontramos estas poderosas palabras: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.”
Estas palabras del apóstol Pablo nos recuerdan que nuestra vida no es nuestra propia, sino que le pertenece a Dios. Cada día que tenemos la bendición de despertar es un regalo divino, una oportunidad para vivir en obediencia y para glorificar a nuestro Creador.
Cuando vivimos para el Señor, nuestras prioridades y acciones cambian. Ya no buscamos nuestro propio beneficio o satisfacción, sino que nos esforzamos por honrar a Dios en todo lo que hacemos. Nuestras decisiones son guiadas por Su Palabra y Su voluntad.
Vivir para el Señor implica vivir en santidad y en obediencia. Significa renunciar a nuestros propios deseos y buscar la voluntad de Dios en cada aspecto de nuestra vida. Es un llamado a amar a nuestro prójimo, a perdonar y a ser compasivos. Es buscar el bienestar de los demás antes que el nuestro propio.
Cuando vivimos para el Señor, nuestras vidas tienen un propósito eterno. No estamos aquí simplemente para buscar placeres temporales o acumular riquezas, sino para hacer una diferencia en el mundo y para llevar a otros a conocer a Cristo. Somos embajadores de Su amor y Su gracia, y tenemos la responsabilidad de compartir Su mensaje de salvación con quienes nos rodean.
Vivir para el Señor también significa confiar en Su provisión y en Su dirección. Reconocemos que Él es el dueño de todo y que nuestras vidas están en Sus manos. No tenemos que preocuparnos por el futuro o por nuestras necesidades, porque nuestro Dios es fiel y suplirá todas nuestras necesidades según Sus riquezas en gloria.
Cuando vivimos para el Señor, encontramos verdadera paz y gozo en medio de las circunstancias difíciles. Sabemos que Él está con nosotros en cada paso del camino y que nunca nos abandonará. Tenemos la seguridad de que Él tiene un plan perfecto para nuestras vidas y que todas las cosas obrarán para nuestro bien.
Hermanos y hermanas, no desperdiciemos nuestras vidas en cosas temporales y vacías. En lugar de eso, comprometámonos a vivir para el Señor en todo momento y en todas las circunstancias. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo de Su amor y gracia.
Recordemos siempre estas palabras poderosas: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Romanos 14:8)
Que esta verdad transforme nuestra forma de vivir y nos lleve a buscar a Dios con todo nuestro corazón. Que nuestra vida sea un reflejo del amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Y si vivimos, para Él vivimos. Amén.
¡Y si vivimos, para el vivimos! Que estas palabras resuenen en nuestros corazones y nos inspiren a vivir cada día en plena entrega al Señor. Que nuestra vida sea un testimonio vivo de Su amor y gracia. Que nuestras acciones y decisiones reflejen Su voluntad y honren Su nombre. Que vivamos para el Señor en todo momento y en todas las circunstancias. Y si vivimos, para el vivimos. Amén.
¡Y si vivimos, para el vivimos! Que esta verdad sea el fundamento de nuestras vidas y la guía que nos lleve a vivir en plenitud para la gloria de Dios. Que nuestra vida sea una adoración constante al Señor, en todo lo que hacemos y en todo lo que somos. Que vivamos con pasión y propósito, sabiendo que nuestra vida tiene un significado eterno. Y si vivimos, para el vivimos. Amén.